miércoles, junio 29, 2005

Pepe Hitschfeld... ¿Lo ubicas?

Pepe Hitschfeld ya tenía una reputación. No es que me esté defendiendo, no, solo digo que si tenía ya cierta notoriedad en la U, tenía que ser por algo.
Yo ni siquiera lo conocía personalmente. Supe de él por algunos compañeros de curso. Supuestamente Pepe Hitschfeld había tenido “algo” con uno de nuestros profesores. Nunca supe por qué, pero en el Instituto de Filosofía y Humanidades abundaban los bisexuales a medio declarar, y los gays con un pie adentro y el otro fuera del closet. Por eso no me pareció tan raro el asunto.
Creo que hasta me produce algo de pena Pepe Htschfeld. Pobre tipo. ¿Qué culpa tiene él de haberse metido con ese viejo pútrido? En gustos no hay nada escrito, dicen. Bueno, en realidad todavía no estoy muy segura de que haya pasado algo ahí. Creo que ese fue el problema.
Yo no tenía intención de que pasara nada. Fue solo un error, un malentendido. No sé cómo, pero ya antes de medio día, el rumor había corrido por todo el Campus. Ya a las 7 de la tarde de ese día, se habían enterado todos que Pepe era gay, que se había metido con el profesor de filosofía, que había aprobado gracias a eso y que tenía una beca para sacar un Postgrado en Alemania. La mitad de todo eso era falso. O sea, creo. Probablemente la otra mitad también lo era; nunca lo supe.
Ahora me arrepiento. Las cagué. ¿Que le voy a hacer? Nadie me mandó a abrir la boca y soltar el chisme. Y justo por cosas retorcidas del destino tenía que estar Francisco Baeza ahí. ¡Baeza!, compañero de Pepe.
Yo no tengo la culpa que en esta Universidad los rumores corran tan rápido. Pero fui yo la que soltó el rumor…
Ese día anduve histérica. No quería encontrarme con el profesor de filosofía, y mucho menos con Pepe Hitschfeld, que ya me habían avisado, era un gringo inmenso, que practicaba remo y no se caracterizaba necesariamente por su paciencia y buena onda.
Era bastante tarde y como no había pasado nada todavía, entré a la biblioteca a devolver Los Manuscritos de Marx. Ya relajada, y en vista que nadie había parecido inculparme por la gran debacle, opté por retirarme. Caminé rápido, tratando de aguantar el frío. Justo cuando me iba a subir al micro, una garra me tomó del brazo y me detuvo. Me di vuelta, muerta de susto. Un tipo con pinta de físico culturista y cara de sulfurado comenzó a insultarme como si el mundo se acabase hoy. Era Pepe Hitschfeld.
Ese día no me hizo nada. Solo me gritó y me obligó a rectificarme. Claro que esas cosas no resultan mucho en la U, donde las leyendas urbanas tienen mucha más aceptación que la realidad fome. Pepe fue misericordioso al final. Yo estaba preparada para lo peor.
Ahora ha pasado un tiempo desde ese día, y creo que ya nadie se acuerda. Aunque ahora, cada vez que entro a un lugar, siento que me apuntan. Escucho cuchicheos y risas. Puede ser que esté paranoica. No sé. No creo que Pepe Hitschfeld tenga algo que ver… ¿O si?
*Charles, te robé a Pepe. Sorry.

1 comentario:

Carlos Siegel dijo...

Me parece una actitud Repobable que te hayas apropiado de MI personaje..pero en fin, los ingeniosos no podmeos escapar de las garras los perversos que se apoderan de vidas ajenas....Pepe Hitschfeld sin duda marcó algo en mi vida..nose...y probaste el secretode su éxito?