miércoles, septiembre 10, 2008

El Romanticismo de Ratonil.

Desde pequeño, Ratonil sintió que el arte era su vocación. Mientras sus amigos roedores pasaban el tiempo mordisqueando muebles y retando a la muerte en las modernas trampas para ratas, Ratonil se encerraba en su madriguera a pintar en penumbras, acompañado solo de su música. Pintaba por horas, por días. No importaba que las ratas se pavonearan frente a él o que el dueño de casa haya estado comiendo galletas en la cama. Nada interrumpia sus delirios artísticos.
El tiempo pasó y un día Ratonil se encontró a los 17 años, aún encerrado en su usual agujero, solo y sintiendo que tanto él como su talento eran prisioneros de ese mundo de roedores. El joven Ratonil lloró su desdichada fotuna hasta que se detuvo y contempló conmovido las paredes de su guarida. Éstas se encontraban decoradas con maravillosas escenas que él mismo habia pintado desde niño. Ese día, decidió que dedicaría su vida al arte y que saldría al mundo a mostrarlo.
Así, el pequeño roedor tomó sus posesiones, se despidió de su familia y partió con lágrimas en los ojos a la gran ciudad. Allí, Ratonil encontró rapidamente un hogar. Se unió a la Academia Visual de Roedores y en corto tiempo ya era un artista envidiado por sus condicípulos, y venerado por la crítica.
Como todo roedor-artista, Ratonil era un joven sensible, romántico y entregado de entero a su pasión. Eso, hasta que conoció a Loncoche. La bella Loncoche, tambien artista y seductora, se apropió del corazón de Ratonil dejandolo perdido y alucinado. Loncoche era una rata joven y fuerte, conocida por su hermosura y su costumbre de flirtear sin ningún reparo en los sentimientos de quienes se rendían a sus encantos.
Tal fue el caso de Ratonil, que en poco tiempo se encontró profundamente enamorado de Loncoche, quien a pesar de todo esfuerzo, parecia simplemente no atender a las demandas pasionales de Ratonil.
Así, con un corazón roto que le impedía seguir produciendo, Ratonil cayó en una terrible desesperación. Ya no tenía a su adorada Loncoche y por lo mismo, ya no podía pintar.
Pero Ratonil no se rindió, y luego de darse el tiempo para llorar su pérdida, se abocó a su fiel pasión: la pintura. Tardó mucho en recuperar su inspiración y sus ganas de crear, pero eventualmente lo logró. Y lo hizo sabiendo que ya nunca sería el Ratonil inocente de antes, que todo había cambiado; había amado y había perdido, y todo esto lo había enriquecido. Ratonil, sobre todo notó que es cierto que el primer amor nunca se olvida, porque mientras Loncoche fue un gran amor en su vida, su primer amor siempre fue el arte.
+
+
+
+
+
+
+
+
+
*Los nombres de los protagonistas de esta historia han sido cambiados con el fin de proteger sus identidades.