Adelina lleva años tratando de acostumbrarse a la rareza. No es que la rareza le moleste, es sólo que, bueno, es rara.
Adelina tiene cuatro hermanos. Américo, Esteban, Verónica y Balsamina, quien heredó el nombre de su madre.
La otra Balsamina (la mamá) es una señora adelantada. Ella usó minifalda antes que nadie. Y fabricó su propio vestido de novia lleno de mariposas y pajaritos, no por necesidad, sino porque "nadie más hace las cosas bien".
Cuando eran pequeños, los cinco niños se adosaban como estrellas de mar en una roca, a las piernas flacas de su madre y la seguían al parque, a la cocina, al baño o a la nueva película de Cary Grant.
Adelina ahora está en la universidad, y le parece que su madre es una heroína de pelicula que no envejece. Ayer le sirvió galletas verdes. "Adivina de qué son", dijo Balsamina (la mamá), Adelina no tiene ganas de adivinarlo.
Américo es un niño genio. Construye botes y autos. Destripa calculadoras, relojes y camaras fotograficas para saber como funcionan. Esteban es un chico tranquilo. Y las chicas lo aman, porque es amable. Verónica le teme a todo, sueña con terremotos y memorizó todas las capitales del mundo. Balsamina es una chica estudiosa, jamás ha faltado al colegio y por esto, la otra Balsamina (la mamá) le esconde el despertador y le dice: "Hija, ya eres inteligente... ¿para qué quieres ir a la escuela?".
Adelina es una chica libre. Y los chicos la aman. Pero ahora se pregunta si sus amigos creerán que es raro lo que pasa en su casa. Las comidas policromáticas, los gritos y manías de Vicente, su padre. O quizá las particularidades de Verónica que no sabe qué hora es o qué día, y que falta al colegio porque se olvida que existe, y aún así puede hablar por horas sobre los nuevos descubrimientos de la ciencia.
Adelina piensa también en qué dirán sus amigos cuando vean a Américo entrando por la gran puerta del comedor cargado de fierros, tuercas y anunciando que creará una máquina del tiempo. O a Balsámina (la hija) gritando porque su madre ha vuelto a esconder sus libros para que no siga poniendose más inteligente.
Todo esto confunde un poco a Adelina. Pero luego de un rato piensa que todas las familias son diferentes. Y que tal vez la suya no es tan rara, después de todo.
Adelina ha optado por dejar de preocuparse de eso y hoy ha llegado un poco antes a su casa esperando un nuevo almuerzo multicolor. La casa está en silencio y Adelina camina hasta la pieza del fondo, la de Balsamina (la mamá) pero no logra verla aunque sí la escucha. "Te gusta?", pregunta Balsamina (la mamá). Adelina recorre el rosado dormitorio con la mirada y finalmente sus ojos se posan en la figura de su madre, sobre una larga escalera, pintando pajaritos, volcanes y árboles sobre la amplia pared del fondo. Adelina no contesta. Corre y baja a su madre de ahí y le pregunta si acaso está loca, que es peligroso, y que una señora de su edad no debería hacer eso, etc. "Si, si si.." dice Balsamina (la mamá) "Pero, Ade, dime... está bonito o no?"
*
*
"Esta no es época para bálsamos"
Balsamina Villanueva.