viernes, marzo 31, 2006

Confiemos En Que Éstos Sean Tiempos Balsámicos.

Adelina lleva años tratando de acostumbrarse a la rareza. No es que la rareza le moleste, es sólo que, bueno, es rara.
Adelina tiene cuatro hermanos. Américo, Esteban, Verónica y Balsamina, quien heredó el nombre de su madre.
La otra Balsamina (la mamá) es una señora adelantada. Ella usó minifalda antes que nadie. Y fabricó su propio vestido de novia lleno de mariposas y pajaritos, no por necesidad, sino porque "nadie más hace las cosas bien".
Cuando eran pequeños, los cinco niños se adosaban como estrellas de mar en una roca, a las piernas flacas de su madre y la seguían al parque, a la cocina, al baño o a la nueva película de Cary Grant.
Adelina ahora está en la universidad, y le parece que su madre es una heroína de pelicula que no envejece. Ayer le sirvió galletas verdes. "Adivina de qué son", dijo Balsamina (la mamá), Adelina no tiene ganas de adivinarlo.
Américo es un niño genio. Construye botes y autos. Destripa calculadoras, relojes y camaras fotograficas para saber como funcionan. Esteban es un chico tranquilo. Y las chicas lo aman, porque es amable. Verónica le teme a todo, sueña con terremotos y memorizó todas las capitales del mundo. Balsamina es una chica estudiosa, jamás ha faltado al colegio y por esto, la otra Balsamina (la mamá) le esconde el despertador y le dice: "Hija, ya eres inteligente... ¿para qué quieres ir a la escuela?".
Adelina es una chica libre. Y los chicos la aman. Pero ahora se pregunta si sus amigos creerán que es raro lo que pasa en su casa. Las comidas policromáticas, los gritos y manías de Vicente, su padre. O quizá las particularidades de Verónica que no sabe qué hora es o qué día, y que falta al colegio porque se olvida que existe, y aún así puede hablar por horas sobre los nuevos descubrimientos de la ciencia.
Adelina piensa también en qué dirán sus amigos cuando vean a Américo entrando por la gran puerta del comedor cargado de fierros, tuercas y anunciando que creará una máquina del tiempo. O a Balsámina (la hija) gritando porque su madre ha vuelto a esconder sus libros para que no siga poniendose más inteligente.
Todo esto confunde un poco a Adelina. Pero luego de un rato piensa que todas las familias son diferentes. Y que tal vez la suya no es tan rara, después de todo.
Adelina ha optado por dejar de preocuparse de eso y hoy ha llegado un poco antes a su casa esperando un nuevo almuerzo multicolor. La casa está en silencio y Adelina camina hasta la pieza del fondo, la de Balsamina (la mamá) pero no logra verla aunque sí la escucha. "Te gusta?", pregunta Balsamina (la mamá). Adelina recorre el rosado dormitorio con la mirada y finalmente sus ojos se posan en la figura de su madre, sobre una larga escalera, pintando pajaritos, volcanes y árboles sobre la amplia pared del fondo. Adelina no contesta. Corre y baja a su madre de ahí y le pregunta si acaso está loca, que es peligroso, y que una señora de su edad no debería hacer eso, etc. "Si, si si.." dice Balsamina (la mamá) "Pero, Ade, dime... está bonito o no?"
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"Esta no es época para bálsamos"
Balsamina Villanueva.

jueves, marzo 23, 2006

Nop, Aquí No Vive Don Octavio Lienlaf.

Octavio Lienlaf es un ser benefactor. No lo conozco en persona, pero estoy segura que lo es.
Supe de él hace harto tiempo, y sólo gracias al teléfono.
Las primeras veces no me sorprendió en demasía. La gente siempre comete errores al llamar: numero equivocado, nombre incorrecto, guía telefónica mal impresa, etc.
Cuando comenzó a hacerse más seguido, al menos una vez por semana, me pareció bastante particular.
Yo no sabía nada sobre Octavio Lienlaf, ¿por qué siempre llamaban a mi casa preguntando por él?, ¿por qué era tan solicitado? y ¿porque siempre lo trataban de Usted?.
Supuse que Octavio no tenía muchos amigos o familia, y quien quiera que fuese la persona al otro lado de la línea, tampoco lo conocía muy bien. Así que me propuse adoptar a Octavio.
Cuando me sentía sola, me bastaba escuchar el tortuoso ring ring del teléfono y la eterna pregunta: ¿Se encuentra don Octavio Lienlaf?, para saber que Octavio andaba por ahí. Probablemente, tan solo como yo. Y con su teléfono mal marcado.
Hubo un tiempo en que temí que las llamadas pararan. Luego de un desastrozo caso de psicópata telefónico, tuve que cambiar el número. Sentí que me despedía de Octavio y sus llamadas equivocadas, y que le extrañaría, sólo por ser imposible de ubicar y porque su numero guardaba una torpe similitud con el mío.
Mi nuevo número hizo su debut oficial. Familia, amigos, conocidos, vendedores insoportables, avisos de corte de electricidad... lo mismo de siempre. Ya no podía esperar que algún desconocido me preguntara si acaso vivía aquí don Octavio Lienlaf.
Luego de un tiempo ya no pensaba en eso. Sólo recordaba su nombre, que por cierto tiene cierta sonoridad graciosa, hasta que un día alguien volvío a llamar erradamente. La llamada me desconcertó. ¿Cómo era posible que siguieran buscando a este señor, si mi numero había cambiado? ¿Como es posible que siguese existiendo la confusión de numeros?.
A veces me sigo preguntando eso. Pero la mayor parte del tiempo sólo espero a que algún extraño llame y me pregunte por él, y yo pueda decirle "No, aquí no vive don Octavio Lienlaf" con una risa suave que ahogo en el auricular.

miércoles, marzo 15, 2006

Johnny Joel Y La Carioteca En El Club Tropicana.

Johnny Joel esta sentado a las afueras del club Tropicana junto a su banda, La Carioteca. Han estado juntos por más de 5 años y hoy es su gran debut.
Tienen una fuerte influencia de Tito Puente, a quien admiran con pasión, aunque su estética se acerca más al estilo impuesto por Sammy Davis.
Johnny Joel cree que la música y el baile elevan el alma. La Carioteca, considera que Johnny Joel tiene razón y por eso lo acompañan en sus épicas aventuras musicales.
El club Tropicana vio nacer a los grandes clásicos de la salsa y el merengue, y todos los demás estilos musicales con nombres comestibles.
Johnny Joel ve como los miembros de La Carioteca comienzan a perder la calma. Están nerviosos, pasean sin rumbo y se marean, rodeados por el grueso humo de cigarrilos intranquilos. Él, por su parte, tiene confianza ciega en su grandeza. Sabe que este momento se ha guardado en su mente desde la primera vez que tocó sus timbales.
Johnny Joel, espera poder calmar a La Carioteca, espera poder contagiarles su confianza, su seguridad y su pasión. Y así, juntos, serenos, conquistar el Tropicana y hacer bailar a cada cuerpo sigilosamente escondido en sus coloridos salones.

martes, marzo 07, 2006

Sobre Lo Cataclíptico.

No recuerdo en qué libro de Papelucho, se habla sobre el concepto de "huerfaneo" como verbo; yo me huerfaneo, tu te huerfaneas, nosotros nos huerfaneamos...
De lo que si me acuerdo, es de las diferentes formas de huerfanearse. Uno puede ser huerfaneado, y uno puede huerfanearse solo.
Yo no sé cual de estos tipos se aplica a mí. No me han huerfaneado, estoy segura. Y yo no me he huerfaneado sola, pero a veces me siento huerfana.
La orfandad me ha negado varias cosas, ahora que lo pienso. Fue eso, lo que me permitió no ir al temido jardín infantil. Mi mamá me llevó. Me dejó. Se fué. Yo me quedé bajo una mesa, llorando. Mi mamá vino. Me llevó a casa. Nunca más se habló del tema. "Nicole esperará hasta el kinder". Eso fue todo.
Creo que lo más infantil que queda cuando uno ha envejecido (no en cuerpo, sino en mente) es el miedo. No el miedo como pánico. Sino el miedo en la guata. Cuando la guata se retuerce, el cuerpo se tensa y el nudo en la garganta, el peso (lo que Papelucho llama "agüta en el alma") te dice que ya vas a llorar. Igual que un bebé. Y lloras, lloras porque tu mamá no está (incluso si está) y porque tienes hambre (porque no estás satisfecho) y tienes un nombre (y se te olvida, porque eres un bebé) y te da pena. Y sigues llorando, porque te sientes huerfano. Y nunca sabes porqué. Y eso es cosa de niños, pero está bien.