domingo, julio 17, 2011

Bitácora.

De vez en cuando me viene a ver. Ya no le abro la puerta. Empecé a desconfiar hace un par de años, cuando noté ciertos detalles sospechosos que, según yo, no eran culpa de mi consabida paranoia. 

La verdad es que cuando te encuentras en un lugar como este, comienzas a desconfiar de todo. También extrañas todo pero supongo que el miedo le gana a la nostalgia y te quedas solo con recuerdos que el tiempo se encarga de engrandecer o, usualmente, empobrecer. Los afectos se vuelven gemas preciosas; puros y brillantes momentos, o misteriosos y apasionados secretos. Las humillaciones y los rechazos se transforman en imposibles prejuicios fundados, paralizantes horrores diarios. 

Estaría mintiendo si dijera que no me cuesta ignorarle. Mi naturaleza curiosa siempre me jugó malas pasadas y ahora, más que nunca, me cuido frente a mi propia fijación. 

Sus visitas, cada vez menos frecuentes, me llenan de un ansia terrible. A pesar de la desconfianza, me espanta pensar en lo que podría pasar si abriese esa puerta. Lo que me podría hacer él a mi. Lo que podría hacerle yo a él. ¿Si se presentara la ocasión, podría yo detener mi propio instinto? ¿Vendrá él a cumplir su cometido, o simplemente a satisfacer su propia curiosidad? Me intriga y a la vez me asusta. Pero debo calmar mi propia ansiedad y responder a la supervivencia. Años de entrenamiento y de castigos me han enseñado a ser sabia. A tomar las decisiones correctas.

De este lado de la puerta, las calmadas voces me recuerdan ese entrenamiento. "No, no lo hagas, piensa que toda acción tiene una concecuencia" me dicen cuando la inmaculada habitación se llena del ruido de sus golpes en la puerta. Aquí aprendí a temerle a esos golpes y sus concecuencias. 

Siento que suena la alarma. Es hora de irme a dormir. Sólo el sueño me protege de los monstruos. Afortunadamente, él ya casi me olvida. Y yo casi lo olvido. Me dicen que eso es un gran progreso en el tratamiento y creo que es cierto. Aún le temo y me temo a mi. Es el peor de los monstruos. Él único que escapa de mi creación; el que tomó vida propia y llegó a mi vida sin permiso. El único que no proviene de mi afán por combatir la soledad. El llegó solo, por su cuenta y me sedujo con la idea de que, sobre él, no poseo ningún control.

Ahora me voy a la cama. Espero que mañana sea un buen día. 

Si acaso llegara a aparecer, recuerdo la rutina. Obervarlo a lo lejos, si las ganas son implacables. Pero nunca. Jamás abrir la puerta. Ya sabes lo que pasó la última vez que lo hiciste. Ya sabes que fue su culpa terminar encerrada aquí. 

martes, junio 07, 2011

Enchanté

Náuseas retóricas y antieméticos metafóricos
Del ímpetu salías tú
(Súbita descripción)
Bebé hipócrita de soberanía
Íntegra en cosmologías y sensiblerías
Con mitómana pasión
Te creíste el vacío concéntrico
Búscate y encuéntrate
Común, peripatética
Fatídica solución
Verás quizá la cursilería
de cúspides y místicas
Practicarás básicas manías
Aún así
Jamás preguntaré
¿Cómo y a quién volverás?
¿Seré idóneo? ¿Me querrás?
Levántate, vístete
Epíteto fantasmagórico
Invéntate un espíritu
de estúpidas analogías
y así, vorágine de escrúpulos,
Regodéate,
Embellécete,
Regenérate,
Espérame
Seré tu público.
Imagínate mi expectación.

martes, enero 11, 2011

John Donne

Yo soy una isla y mira lo que tengo te traigo un aviso. Tengan miedo que viene una ola. Y la ola viene y viene y viene y nunca llega. Yo soy una isla. Te traigo el pánico. Te traigo el horror. Te traigo un adelanto que por adelanto parece mentira. Y grito PELIGRO. Una y otra vez. Y grito AUXILIO una y otra vez. Pero soy una isla. Nadie me escucha. Como objeto y sujeto, te espero con ansias. Como terreno y vacío, te espero con ansias. Como fantasma y desaparecido, te espero y te espero. Yo soy una isla y una vez cada mil veces un náufrago lunático se acerca a mi orilla. Yo soy una isla. Sé que te rescatarán.