lunes, diciembre 12, 2005

Morfina En Tu Camino.

La enfermera no dijo nada. El doctor no dijo nada. Y tu hijo no dijo nada. Pero eso fue porque no estaban.
Tu bracito fiero golpeaba paredes, hombres, mujeres y niños, pero era un golpe bueno. Y eso es lo que crees y lo que creo y lo que ellos (todos) creen.
Cuando, con los ojos chiquititos y la mugre en la sangre, veías y hablabas sobre cosas que no existían, casi estabas ahí. Ahora es distinto, en tu cama enana con tus artefactos y testigos, estás definitivamente ahí.
Yo supe que no ibas a volver cuando sonó el teléfono y me hablaron del futuro, y yo me quedé ahí, pensando en nada y cantando en mi cabeza, porque eso es lo que hago cuando ya no reconozco la diferencia.
Tu bracito ahora es un gusano intravenoso. Y todos han aprendido a agujerearlo un poco. Hay que mantener estos niveles para callar los gritos que se te escapan y que, aunque no los escucho, porque ahora soy sorda, los hablo, los escribo y los cocino.
La primera vez lloré sin saber por qué. La segunda vez, me reí como estúpida. La tercera vez no sentí nada. La cuarta, nada y la quinta, absolutamente nada. Ya tengo costumbre de ver esas caras secas caer de sus camas, golpearse el pecho y morir centenarios.
Nunca odié las máquinas, y nunca negué el ciclo. Y no lo haré ahora. Pero no porque sea lo correcto, o porque sea muy sabia, sino porque desde hace un buen tiempo que ya no siento nada.

1 comentario:

Miguel A. Fuentes Buchholtz dijo...

el problema de la nada, ahi gente que dice que otra gente no crea nada, imaginate, y peor, ahi gente que crea pero no siente, y eso me a pasado, y tambien me a pasado lo primero. ya, ire a programar ahora, cariños n_n