Holden Caulfield (protagonista y narrador de The Catcher in The Rye") dice, dentro de su depresión-pena-egoísmo-inmadurez, que lo único que le gustaría ser "de grande" es un guardián. Un protector. Un ser que protege y previene a otros seres (niños) frente al peligro de caer en el abismo del campo de centeno.
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Holden es mi héroe. Aunque en la práctica, sea un verdadero pelmazo. O sea, es un tipo de 16 años, perdido, solo y criado entre la esfera de una familia de ricachones de la alta alcurnia y otra esfera fétida a espiritu adolescente de chicos-cool-de-colegio-privado. Si, imagina a todos los miembros de The Strokes, musculosos, rudos e idiotas pero con la misma actitud "I'm too cool for school". Durísimo.
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Al contrario, en teoría, el tipo es Dios. O bueno, no Dios. Me conformo con Jesús. Un mesías menos hippie y sin barba, con menos fans y con zapatos. Sin desierto pero con Nueva York. Y con más sex appeal.
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Fue, leyendo ese libro (primero en español, luego inglés-no me llamen ñoña) que me di cuenta que yo, y muchos otros seres, tenemos demasiadas similitudes con ese tipejo llamado Holden. Aparte de la idiotez y el ego (cita textual a Jane Lane en Daria: "¿Para qué ser vanidosa si se puede ser ególatra?") tenemos ese mismo complejo.
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¿Cual es la idea de andar por el mundo, rescatando incautos, salvando almas y reviviendo zombies? ¿Quién demonios nos autorizó para hacerlo? y en cualquier caso ¿Quien mierda dice que somos los más indicados para hacerlo?
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Creo, y son libres de escupir la pantalla si no concuerdan, que el asunto Mesías parte de un ego fracturado (aunque presente) y, sobre TODO, de una benefacción torpe pero autodidacta. Aunque como víctima brutal de este complejo, debo acotar algo antes de salir a cazar vampiros y liberar esclavos: El mesías (autodenominado) no te lleva por su camino [al contrario de los mesías más famosos (ja!)] sino que, simplemente, pretende mostrar el camino hacia la "autorealización". Sí, se que suena a bazofia de auto-ayuda y pirámide Maslow, pero empiricamente es mucho más LINDO.
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Bueno, el punto es que yo quiero seguir salvando, y quiero que otros sigan salvando. Es un excelente pasatiempo y, por estúpido que suene, quiero que algún día algún ser me diga, con cara de "yo te conozco pero no recuerdo tu nombre": gracias por no dejarme caer (aunque en alguna parte del proceso de salvación, haya pensado en empujarle. Hey!, somos salvadores, no santos)